DE RENCORES Y AMARGURAS


DE RENCORES Y AMARGURAS


Vía: Pinterest

Tengan Cuidado. No vayan a perderse de la gracia de Dios; no dejen brotar ninguna raíz de amargura, pues podría estorbarles y hacer que muchos se contaminen con ella.
Hebreos 12:15 RVC


Razones para guardar rencor sobran, estamos rodeados de seres humanos en proceso de madurez que seguramente herirán nuestros sentimientos, tanto intencional como accidentalmente y será nuestro código moral el que determine la gravedad de la falta y si esta merece ser perdonada o no. También es un hecho que tenemos un límite sobre la cantidad de veces que una persona merece ser perdonada o la cantidad de veces que podemos ser heridos.

Entonces, cuando hemos llegado a nuestro límite, cuando alguien nos han fallado más allá de lo que consideramos moral o justo, es cuando el rencor se convierte en una opción y la amargura es sembrada en nuestro corazón. En una última lectura de este conocido pasaje comprendí que la amargura funciona de un modo similar a la fe debido a que la Biblia asemeja a ambas con plantas. Por un lado la fe es como una semilla de mostaza1 que a pesar de ser la semilla más pequeña puede convertirse en la más grande de las hortalizas,2 con esta esta analogía Jesús enseñó que la fe crece dependiendo de cómo la trabajemos, como una hortaliza que necesita de alimento y cuidados, explicando así que la fe aumenta por nuestro trabajo y no por obra de Dios.

Entonces la amargura funciona de un modo similar, es una raíz, que al igual que la fe, es sembrada, alimentada y cuidada para que crezca, solo que a diferencia de la fe, no se trata de una planta que crezca para dar fruto, sino que es como la mala hierba, que conforme va creciendo contamina todo a su alrededor. Es fácil identificar cómo se siembra la raíz de amargura, ésta tiene su origen en el rencor o en la fata de perdón y se alimenta de la memoria, pues es por medio de los recuerdos que alimentamos la raíz de amargura hasta que se ha fortalecido dentro de nosotros tanto como las raíces de ¿un roble? (inserte aquí el ejemplo que mejor le parezca). Un rencoroso fácilmente podrá enumerar las fallas de su ofensor y por su puesto que tendrá a la mano los detalles de fecha, hora y lugar de la falta cometida sin importar cuántos años hayan pasado. Y es que el problema radica en que muchas veces la ofensa puede ser tan pequeña como una semilla y la amargura tan grande como las raíces del árbol más grande y fuerte. Cuántos problemas no los hemos engrandecido en nuestro corazón de modo que en nuestra memoria han cobrado más importancia de la merecida.

Por esa razón la Biblia nos enseña que la amargura no trae nada bueno, pues no solo contamina al ofendido, también daña a las personas que le rodean aunque ellos no hayan sido afectados por la falta original; haciendo que la amargura sea un problema tanto colectivo como personal. Pero el mayor problema es que la amargura estorba para disfrutar de la gracia divina. Nos conviene perdonar. 

Es en este punto es donde sucede el milagro. Porque efectivamente puede ser que la falta sea tan grave que haya causado heridas realmente profundas en el alma. Pero el milagro del perdón no es solo para beneficiar al ofensor, es el camino para la sanidad interior. Cuando Jesús les enseñaba sobre esto a los discípulos Pedro le preguntó cuántas veces debía perdonar a su ofensor, a lo que se le respondió “hasta setenta veces siete.”3 En pocas palabras, se debe perdonar todas las veces que sea necesario.

Es muy común que las personas digan que perdonan pero que no olvidan, sin embargo la Biblia nos enseña a no traer a memoria el pasado,4 pues es necesario olvidar lo que pasó para poder extendernos hacia lo que está adelante.5 Significa que el olvido es indispensable para poder avanzar en la vida, para poder salir del bache emocional en el que la amargura y el rencor estancan. Significa que el perdón y el olvido son necesarios para la salud emocional.

Se hace más fácil perdonar cuando tomamos en cuenta que no siempre somos los ofendidos sino que nosotros también somos ofensores en muchas ocasiones, sobre esto Jesús enseñó en la parábola de los dos deudores6 que lo más seguro es que Dios nos haya perdonado a nosotros mucho más de lo que debemos perdonar a otros, y que el perdón, al igual que la amargura, se siembra y se cosecha, por eso el padre nuestro dice “perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.”7 Lo mismo enseñó con la regla de oro, debemos tratar a los demás como queremos ser tratados.8 Pues acaso ¿no es maravilloso que después de haber cometido un grave error se nos regale un nueva oportunidad?

Mary Carmen Olague

1Mateo 17:20
2Mateo 4:30-32
3Mateo 18:21-22
4Isaías 43:18
5Filipenses 3:13
6Mateo 18:23-35
7Mateo 6:12
8Mateo 7:12

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