PARECIÉNDONOS AL PADRE


PARECIÉNDONOS AL PADRE



La Biblia nos enseña que fuimos diseñados a imagen y semejanza de Dios.[1] Aunque, si miramos nuestra condición natural, tan humana y aparentemente imperfecta y la comparamos con la imagen que hemos formado de Dios en nuestra mente, el ser como Dios, probablemente parecerá si no imposible, por lo menos muy difícil de alcanzar. Sin embargo, como creyentes, debemos tener presente que nuestra verdad es que fuimos diseñados para parecernos a nuestro creador y Padre celestial.

Lo que es imposible para el hombre natural se volvió una posibilidad gracias al sacrificio que Jesús hizo por nosotros, por medio del cual nos hizo nuevas creaturas,[2] las cuales hemos sido santificadas y hechas aceptas ante el Padre por medio de Jesús,[3] el problema es que esta nueva creación continua con las enseñanzas y hábitos de la vieja creatura. Por eso la Biblia nos invita a despojarnos del viejo hombre y a vestirnos del nuevo hombre, el que ha sido creado en justicia y santidad.[4] Para ello, Jesús puso la muestra:

“Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre.” (Juan 8:38)

Jesús habló en todo momento lo que había visto cerca del Padre para que nosotros lo pudiéramos conocer y de esa forma, saber cómo piensa, cómo se comporta y así poder imitarlo, para que de esa forma nosotros pudiéramos comportarnos como el Padre y reflejar esa naturaleza hecha a imagen y semejanza de él.

“Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.” (Juan 12:49)

El ejemplo que dejo Jesús es muy claro. Se trata de no hablar por nuestra propia cuenta. Cada vez que hablamos por nosotros mismos, basados en nuestra cultura, ideas y creencias en lugar del mostrarnos al mundo a semejanza del Padre estamos reflejando a ese viejo hombre que ya no nos corresponde. Esto trae un segundo beneficio adjunto, Jesús nunca se equivocó, porque basó su estadía en la tierra en la obediencia absoluta al Padre al grado de hablar solo aquello que Dios le mandaba.

Para nuestra buena suerte, ahora, nosotros tenemos acceso a las palabras del Padre Celestial gracias a la Biblia, pues en ella están expresados los pensamientos, ideas y deseos de Dios debido a que toda escritura fue inspirada por él.[5] Si seguimos el ejemplo de Jesús y hablamos solo lo que el Padre ha mandado, si cada una de nuestras conversaciones y confesiones diarias están basadas en aquello que él ya ordenó, entonces estaremos mostrando a esa nueva creatura que está hecha a imagen y semejanza de Dios en un camino libre de errores.  

“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.” (Juan 5:19)

Es necesario entender que no podemos hacer nada por nosotros mismos, que dependemos completa y absolutamente de lo que el Padre ha dicho y que siguiendo el ejemplo de Jesús, hablando únicamente lo que el Padre ha ordenado, es que mostraremos esa imagen y semejanza para acertar en el blanco siempre. Pues, ¿Quién pudiera equivocarse hablando solo lo que el Padre ha dicho?

Definitivamente no podremos cambiar nuestra forma de hablar de forma inmediata, en realidad se trata de un proceso que requiere compromiso y paciencia, requiere de conocer la Palabra de Dios para saber qué es lo que ha dicho el Padre, para después, poder replicar sus palabras por medio de nuestra boca, se trata de escoger todos los días sus palabras en vez de las nuestras. Solo así nos pareceremos al Padre.

Mary Carmen Olague




[1] Génesis 1:26-27
[2] 2 Corintios 5:17
[3] Efesios 1:6
[4] Efesios 4:22-24
[5] 2 Timoteo 3:16

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