SOBRE LA MUERTE, EL CIELO Y LA VIDA ETERNA
SOBRE LA MUERTE, EL CIELO Y LA VIDA ETERNA
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“Él enjugará toda lágrima de sus
ojos y ya no habrá muerte no habrá más duelo, ni clamor, ni dolor,
porque las primeras cosas habrán pasado.”
Apocalipsis 21:4
“Ya no tendrán hambre ni sed, y el
sol no caerá más sobre ellos ni calor alguno”
Apocalipsis 7:16
Tal
vez la muerte sea uno de los temas más difíciles de abordar porque no se quiere pensar en ese destino inexorable que acompaña a cada ser vivo desde su nacimiento. Este cuerpo corruptible irremediablemente morirá tarde o temprano, en algunos casos
más temprano que tarde, porque la mortalidad y
el cuerpo son indisolubles, no queda duda que a eso se refería el
salmista cuando dijo: “Pero como hombres moriréis y como
cualquiera de los príncipes caeréis.”1
Porque desde la caída de Adán, la muerte y el cuerpo parecen ser uno.
Al morir en Cristo tenemos la esperanza de dormir hasta que llegue
el momento de que lo corruptible se vista de incorruptible,2 justo cuando Jesús regrese para resucitar a los muertos en un nuevo encuentro con él. Sin embargo, aun con la seguridad de la vida eterna, la
muerte sigue siendo para muchos desgarradora sobre todo cuando se trata de un ser amado, pues parece que nunca fuimos preparados para las
despedidas.
Nuestro
consuelo se funda en la esperanza de una eternidad al lado de Dios.3
De pronto, entre las enseñanzas del día a día podemos dejar de
lado que el mensaje de salvación de Jesús también fue sobre la vida
después de la muerte. Gracias a él, el cielo se pintó como una
posibilidad real porque el Padre lo mandó a salvarnos y a
darnos vida eterna.4
Jesús regresó al cielo5
después de haber resucitado para prepararnos un lugar al lado del
Padre6 al que todos llegaremos algún día.
Desde una perspectiva sin Cristo, esto podría parecer
un consuelo absurdo para vidas vacías y sin sentido, con él, representa una
esperanza, tanto para nosotros como para aquellos que ya no están a
nuestro lado. Regresando a los pasajes con los que abrí este texto,
me reconforta pensar, que aquellos que ya no me acompañan están esperando el lugar donde el sol no los fatiga, donde no tendrán
hambre ni sed, donde las lágrimas se quitarán porque ya no habrá
más muerte, ni clamor, ni dolor porque las primeras cosas habrán pasado. Definitivamente prefiero este consuelo de salvación y vida
eterna que el vacío y la incertidumbre que presentan otras doctrinas
ante la vida después de la muerte.
No
podemos cambiar el pasado ni darle vida a los muertos, pero podemos
creer en un Dios que sí puede, que para eso mismo mandó a su hijo
al mundo, para que todo aquel que confiese su nombre sea salvo,7
para que todo aquel que en el cree no muera sino que duerma esperando
esa resurrección gloriosa de camino al cielo donde seremos libres de sufrimiento y angustias. Definitivamente el
cielo no es una recompensa para los sufrimientos de esta vida, es una
recompensa de fe y la garantía de que no hemos creído en vano.
Mary Carmen Olague
1 Salmo
82:7 RV1960
2 1
Corintios 15:53
3 1
Tesalonicenses 4:17
4 Juan
3:16
5 Lucas
24:51
6 Juan
14:2
7 Romanos
10:9-10
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