ENTRE LO PASAJERO Y LO ETERNO
ENTRE LO PASAJERO Y LO ETERNO
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“El
cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” (Mateo 24:35)
Cualquiera ha tenido de esos días llenos
de bajas y malos momentos. Todo puede iniciar a raíz de un pensamiento que
regresó los recuerdos indebidos, a causa de personas con las
que compartimos el día a día o por eventualidades trágicas que mueven el
piso de formas inimaginadas.
Todos pasamos por eso. Nadie está exento
de las dificultades o tribulaciones que acompañan a la vida. Sin embargo, cuando
estas lleguen, debemos tener algo claro, no son eternas. Todo lo que vivimos
en esta tierra es pasajero, los sentimientos cambian, las emociones pasan, algunas
personas se van mientras que otras se transforman y, los malos momentos, por más
desagradables que sean, se acabarán.
“Todo
tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.” (Eclesiastés
3:1)
Hay tiempo para todo, para lo malo, para
lo bueno, para lo agradable, para lo desagradable. Pero en los malos momentos
debemos tener una idea clara y fija en nuestra mente, todo es pasajero, menos
la Palabra de Dios. Al decir que el cielo y la tierra pasarán, Jesús se refería a que, todo lo que podemos ver, vivir y sentir en este mundo es
pasajero. Aun aquello que nos parece bueno o que apreciamos. Pero, lo único inamovible
y que permanecerá más allá de cualquier circunstancia es su Palabra. Porque esta no pasará, sino que está diseñada para ser compañía y ayuda a
salir de cualquier situación que estemos viviendo.
Para pasar los malos momentos, el único remedio efectivo es la Palabra de Dios. Pues es la única que “no
regresa vacía sino que hace aquello para lo que fue enviada.”[1] Ella, es la
única que puede alumbrar nuestro camino para guiarnos[2] por aquellos momentos que
parecen complicados, pero que se simplifican cuando son alumbrados por lo que
Dios ha dicho.
“He
entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá,
ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los
hombres.” (Eclesiastés 3:14)
Dios no cambiará su opinión ni se retractará de su Palabra; por lo tanto, podemos tener la seguridad de que todas sus
promesas siguen vigentes porque son eternas. Todo lo que él hace es perpetúo, fue diseñado para durar para siempre, pues sobrepasa las situaciones
terrenales y efímeras que podamos enfrentar en esta tierra. Por eso la misericordia
de Dios se renueva todos los días, para mantenerse vigente y eterna ante las
circunstancias pasajeras que podamos vivir, por eso el profeta Jeremías
escribió lo siguiente:
“Nuevas son cada mañana [sus misericordias];
grande es tu fidelidad.” (Lamentaciones 3:24)
Así que, sin importar lo que hayas vivido
hoy, el día de ayer, o el año completo, puedes tener la seguridad de que no fue
diseñado para ser eterno. Todo eso es pasajero mientras que la Palabra de Dios
es eterna, Jesús prometió que ninguna de sus palabras pasará para que aun con
el paso del tiempo continúen vigentes y efectivas para que podamos librar con
ellas las situaciones que nos afrentan.
Mary Carmen Olague
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