TODOS FUIMOS PECADORES, TODOS FUIMOS REDIMIDOS
TODOS FUIMOS PECADORES, TODOS FUIMOS REDIMIDOS
La
palabra pecado suena tan fuerte que hoy en día nadie quiere identificarse como
pecador. Señalar a alguien de esa manera puede sonar ofensivo y hasta
excluyente. En efecto, puede serlo si se saca de contexto lo que la Biblia enseña sobre
ello, en especial en el Nuevo Pacto.
En una sociedad donde unas faltas tienen más peso que otras, cuesta trabajo reconocer que todos somo pecadores porque es fácil compararse con aquellos peores y pensar que no se está tan mal. Sin embargo, la Biblia enseña en el tercer capítulo de romanos que todos están bajo pecado, que no hay nadie bueno ni justo, ni siquiera uno, que todos se han desviado y que, “por cuanto todos pecaron están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Bajo esa lógica todos los seres humanos somos pecadores, sin importar el tamaño de la falta.
Por eso a Jesús, cuando le trajeron la mujer adúltera para apedrearla, su respuesta fue: “el que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra” (Juan 8:7). Porque los fariseos eran un grupo pronto a señalar y castigar que no se revisaban primero a ellos mismos. Sin embargo, si nos quedamos únicamente en el reconocimiento de la esencia pecadora de cada ser humano, estamos en un punto donde nadie señala a nadie, pero de igual forma, ninguno se acerca a Dios, pues él no puede estar en donde hay pecado (Isaías 59:2).
Entonces, es donde entra el siguiente concepto, el de redención. Siguiendo con el tercer capítulo de Romanos, en él, después de decir que todos somos pecadores y hemos errado de una u otra forma, cierra diciendo que hemos sido justificados gratuitamente por su gracia. De modo que, si recibimos el sacrificio que hizo Jesús derramando su sangre y muriendo por nosotros, él pasa por alto nuestros pecados pasados.
Porque de tal manera
amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en
él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al
mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
Juan
3:16-17
Algunos tienen la idea de un Dios que está señalando con el dedo cada error nuestro, pero no es así. En efecto, a Biblia enseña que todos somos pecadores y acreedores a un castigo. Pero en su infinito amor, decidió mandar a su hijo para salvarnos. La misión de Jesús no fue castigar a los pecadores reconciliar a la humanidad con Dios por medio de su sacrificio, muriendo él en lugar de nosotros:
Porque la paga del
pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor
nuestro.
Romanos
6:23
Esta debe ser la esencia del cristianismo que, aunque todos merecíamos la muerte por nuestros pecados, todos hemos sido redimidos porque Cristo ya pagó el precio por nosotros dándonos vida eterna a través de su resurrección. De esa forma, ahora lo único que se interpone entre Dios y tú es tu boca:
que si confesares con
tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de
los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con
la boca se confiesa para salvación.
Romanos
10:9-10
El sacrificio de Jesús fue universal. Él murió por los pecados de toda la humanidad deseando que cualquiera que lo desee, se acerque a Dios. Pero no todos han experimentado el perdón y la redención por no haber creído en ella. El mensaje de salvación sí implica reconocer que todos hemos pecado, pero no se queda ahí, no tiene la intención de señalar, avergonzar ni castigar a nadie por ello, sino de redimir a todo aquel que confiese que Jesucristo es el Señor, que murió y resucitó para pagar por nuestros pecados para que ahora, nos podamos acercar con confianza ante su presencia (Hebreos 4:16).
Comentarios
Publicar un comentario