HABLEMOS DE LOS DÉBILES EN LA FE (UNA INVITACIÓN A LA TOLERANCIA ENTRE CREYENTES)

 

HABLEMOS DE LOS DÉBILES EN LA FE

(UNA INVITACIÓN A LA TOLERANCIA ENTRE CREYENTES)

 


El capítulo 14 de la carta a los romanos habla específicamente de un grupo de creyentes denominados “débiles en la fe”. De acuerdo con el contexto del capítulo, se trata de un grupo de personas que aún consideraban importante abstenerse de ciertos alimentos y guardar ciertas festividades para agradar a Dios a pesar de que en el Nuevo Pacto ya no es necesario hacer ninguna de estas cosas. Es decir, los débiles en la fe son aquellos que todavía se mueven en el camino de las obras y la ley porque todavía no han entendido la gracia en su totalidad.

Sin embargo, lo interesante del capítulo es que está dirigido a aquellos que se consideran fuertes en la fe y que usan esa fortaleza para juzgar a aquellos que consideran débiles. Entonces, el capítulo resulta ser una exhortación para evitar criticar a quienes por su fe, todavía se manejan por medio de las obras y la ley. En dicho capítulo, se invita a los creyentes que se consideran fuertes en la fe, a que no menosprecien a sus hermanos que dejan de comer algo por agradar a su Señor, pues para Dios lo hacen.

En el mismo sentido va el octavo capítulo de la primera epístola a los Corintios. Ese capítulo lleva la exhortación más lejos aún, e incluso enseña que, si lo que comemos es razón para que otros tropiecen, mejor no lo hagamos para que nuestra “libertad no venga a ser tropezadero para los débiles” (1 Cor. 8: 9). Por ello Pablo cerraba este capítulo diciendo que “si la comida le es ocasión a mi hermano de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano.” (1 Cor. 8:13).

Esto puede aplicar a muchas áreas de la vida, no solo a la comida. Por ejemplo, hay quienes tienen una fe tan fortalecida, que no requieren de medicamentos, pero hay otros que para ver su sanidad requieren visitar al médico y seguir todo su tratamiento. Con las finanzas sucede de forma similar, algunos creyentes han desarrollado una fe impresionante que no ven difícil adquirir una propiedad o un vehículo porque han entendido que Dios es su suplidor. Lo que sucede es que no todos desarrollamos la fe de la misma manera ni todos la sabemos aplicar a las mismas áreas, porque, finalmente, todos estamos en un proceso en las manos de Dios y no todos estamos en la misma etapa de él.

Lo que romanos 14 y 1 corintios 8 nos enseñan, es que la fe no debe ser un pretexto para juzgar a nadie y que los resultados de nuestra fe no deben ser restregados en la cara de otros. Por el contrario, estos pasajes son una invitación a la tolerancia y a la empatía e, incluso, al morir al yo, porque Pablo enseñaba que él se abstenía de ciertos alimentos no por considerarlos pecado, sino por amor a los demás. ¿A qué otras áreas de la vida podrá aplicar esto? La respuesta la dejo en manos de cada lector.

Por ello, también el apóstol Pablo decía que “el que piense estar firme, mire que no caiga” (1 Cor. 10: 12), porque un día podemos estar fuertes en la fe y otro no, pues la fe no es algo que se adquiera de golpe, sino que se debe ir trabajando con la Palabra de Dios todos los días y, si se descuida, puede perderse. Además, la fe, más que presumirse, debe respaldarse con hechos, por eso en el segundo capítulo de Santiago nos dice que “la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26). Así que cuidado con las palabras que no estén respaldadas de resultados.

Por último, el capítulo 14 de romanos nos dice, que si tenemos fe, la tengamos para nosotros mismos y con Dios (vers. 22), porque no es nuestra labor estar juzgando ni midiendo la fe de los demás (vers. 13). Y, si realmente te preocupa el nivel de fe de alguien más, el juicio y la crítica no son los medios para ayudarle, mejor enséñale con amor, porque la fe solo puede venir de escuchar la Palabra de Dios (Romanos 10:17) y nunca del juicio ajeno. Así que seamos más empáticos y tolerantes con aquellos que, según nuestro criterio, tiene una fe más décil que la nuestra.

Mary Carmen Olague


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