EL CRISTIANO Y EL BUEN COMPORTAMIENTO: FRUTO DEL ESPÍRITU (Parte 1)

 

EL CRISTIANO Y EL BUEN COMPORTAMIENTO: FRUTO DEL ESPÍRITU

(Parte 1)

 

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Como se explicó a detalle en el estudio anterior, el buen comportamiento no condiciona la salvación. Es decir, que el hombre no entra al cielo ni es agradable delante de Dios en función de si se porta bien o no, ni de si hace buenas obras o no las hace, por eso la Biblia nos dice, de forma enfática a lo largo de todo el Nuevo Testamento, que la salvación es por gracia. Sin embargo, si solo nos quedamos con este punto, se puede llegar a pensar de forma equivocada que las buenas obras y el buen comportamiento no son necesarios en la vida del creyente. Lo cual es completamente falso y quien enseñe esto no conoce bien la Palabra de Dios o la usa a su conveniencia para no confrontarse consigo mismo.

 

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Hebreos 13:20-21

 

Dios es quien nos hace aptos para toda buena obra. Gracias a él es que somos capaces de cumplir su voluntad. Es decir, que por nuestras propias fuerzas somos incapaces de generar buenas obras y si las hacemos, puede que sea solo por un tiempo, o que simplemente en ese momento hayamos sido instrumento de Dios para realizarlas, más que por nosotros, por misericordia de aquel que necesitaba de esa buena obra.

 

Aquí llegamos a un punto donde es necesario diferenciar entre las buenas obras y el buen comportamiento que, si bien se relacionan, no son lo mismo. Las primeras son todo aquello que hacemos por ayudar a los demás, como ofrendar, hospedar, alimentar, etcétera. Mientras que lo segundo tiene que ver con nuestro comportamiento, con nuestro carácter, con cómo tratamos a los demás más que con aquello que hacemos por ellos. Es decir, no es lo mismo darle de comer a un hambriento que hablarle de buen modo. Por eso existen esas vidas contradictorias en personas famosas que pueden dedicar cuantiosas sumas a obras benéficas, pero que su comportamiento moral deja mucho que desear y que incluso, han llegado a dañar a otras personas con sus acciones. Seamos honestos, esas contradicciones también las tenemos las personas comunes, solo que a menor escala y sin medios de comunicación que les den cobertura.

 

Entonces, ¿qué dice la Biblia sobre el buen comportamiento? El que más escribió al respecto fue el apóstol Pablo, diciéndonos que lo imitásemos a él, de la misma forma en como él imitaba a Cristo (1 Corintios 11:1). Significa que nuestro principal referente de comportamiento lo tenemos en Jesús y en cualquier hombre que siga sus pasos. Aunque va más allá de ello, es el hecho de que Cristo mismo sea formado en nosotros (Gálatas 4:19), es decir, que desde dentro salga el comportamiento ideal que proviene de Jesús.

 

Si nos quedamos solo con esto, parece que la varita queda muy alta e imposible de alcanzar. Más no lo es, sobre todo si tomamos en cuenta que al recibir a Jesús como Señor y Salvador hemos adquirido una nueva naturaleza (1 Corintios 5:17), una bajo la cual sí es posible que Cristo sea formado en nosotros. Evidentemente, el cambio no se da de la noche a la mañana, de lo contrario, cualquier persona que hiciera la oración de salvación cambiaría su comportamiento de forma inmediata. Sabemos que no es así y podemos encontrar gente que lleva años en la iglesia que se comporta igual que el día en que llegó, aunque, ojo, esto no le quita la salvación, porque esa no tiene que ver con lo que se hace, sino con lo que Jesús hizo.

 

Al punto que quiero llegar, es que el buen comportamiento es un fruto que se da como resultado de dejar trabajar a Jesús en nuestras vidas. Es un proceso en el que intervienen varios factores y que requiere de ejercicio diario para que los resultados puedan ser evidentes a los ojos de los demás, pues nosotros somos la carta de recomendación de Cristo para el mundo (2 Corintios 3:1-3). Entonces, el proceso inicia recibiendo a Jesús, pero continúa congregándonos:

 

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;

Efesios 4:11-13

 

Los diversos ministerios que Dios puso en la Iglesia tienen como finalidad perfeccionarnos para que podamos ser como Cristo. Esto significa que aquel que decide quedarse a orar y leer la Biblia en su casa no va a obtener los mismos resultados que aquel que se sujeta a la enseñanza y exhortación de apóstoles profetas, evangelistas, pastores y maestros. Más adelante (ver. 14) el mismo capítulo nos dice que el objetivo es madurar, lo cual conseguimos en comunidad, no de forma individual.

 

Después, el mismo capítulo de Efesios 4, nos explica en qué consiste la nueva vida en Cristo, nos dice que nosotros ya no tenemos el mismo comportamiento que los gentiles (ver 17-19) porque hemos aprendido algo diferente de Cristo (ver. 20-21). Este nuevo aprendizaje es el que nos permite comportamos de una mejor manera para que podamos despojarnos del viejo hombre que éramos antes de conocerle (ver. 22). Este cambio, se consigue renovando nuestra forma de pensar (ver. 23), lo cual logramos únicamente a través del estudio de la Palabra de Dios, lo cual abordaremos en el próximo texto.


Mary Carmen Olague

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