EL MINISTERIO (No es carrera política ni profesional, es servicio)
EL MINISTERIO
(No es carrera política ni profesional, es servicio)
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Así, los primeros serán
postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
Mateo
20:16
Si
bien, esta parábola habla de la salvación, también puede ser aplicada al
ministerio. El ministerio, sobre todo, para los que ya llevan más tiempo dedicándose
a ello, puede ocupar tanto tiempo de la vida diaria que se convierte en una ocupación
profesional, en el sentido de obtener una remuneración a cambio, lo cual es
válido, ya que la Biblia lo respalda. Sin embargo, esto no significa que se
maneje con la misma lógica que una carrera profesional o una política del
mundo secular.
En
el ministerio, los lugares y las recompensas no están asociadas con la cantidad
de tiempo que una persona dedica a él, porque de lo contrario sería por obras y
la gracia quedaría hecha de lado. Si bien, Dios es amplio en recompensar a
quien invierte tiempo en su reino, no debemos olvidar que el trabajo
ministerial no es una moneda de cambio en el mundo espiritual. Jesús es quien constituye
los ministerios a su voluntad (Efesios 4:11) y los dones se dan como el
Espíritu Santo quiere (1 Corintios 12:11).
A
lo largo del tiempo conoceremos gente cristiana que aparentemente en menos
tiempo de congregarse y de conocer a Dios destaque más que nosotros. Si
aplicamos el principio de la parábola que acabamos de leer, eso es posible y
nuestra reacción no debe ser ni envidiosa ni contenciosa. Dios reparte como
mejor le parece, sólo él conoce lo que hay dentro de nuestros corazones y
nuestra auténtica disposición de servir, más allá del tiempo que llevemos
trabajando. Precisamente, si continuamos con la lectura de Mateo 20,
unos versículos más adelante, nos damos cuenta que la parábola no quedó del
todo clara para los ahí presentes:
Entonces se le acercó
la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y
pidiéndole algo. Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu
reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu
izquierda
Mateo
20:20-21
¡Qué
petición tan soberbia! Esta mujer quería que sus hijos estuvieran por encima
de todos los demás en el reino de Dios. Como era de esperarse, Jesús no lo aplaudió
e incluso se los negó. El resto de los presentes se molestaron por esta
petición, como era de esperarse. Así que Jesús aprovechó la oportunidad para reforzar
lo que ya había enseñado con la parábola de la viña:
Entonces Jesús,
llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de
ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre
vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros
será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino
para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
Mateo
20:25-28
Efectivamente,
en la vida terrenal y secular, estamos acostumbrados a que existan jerarquías
entre las personas y que quienes se encuentran en mayor y mejor posición, se
glorían de ello menospreciando a los que tienen por debajo. Esa es la lógica
del mundo político y de muchos ámbitos profesionales. Pero no debe ser el modus
operandi del reino de Dios. En él, Dios recompensa al humilde, al que se
constituye siervo de los demás, al que no busca estar en los primeros lugares,
sino a quien da su vida por los demás.
La
naturaleza humana, la que no ha sido renovada, tiene una obsesión por brillar,
por destacar, por estar en los primeros lugares, por obtener reconocimiento
incluso, a costa de los demás. No debemos olvidar que esa actitud es diabólica,
porque fue la que llevó a satanás a la caída. En el reino de Dios no se trata
de quien está más adelante ni de quién brilla más. Se trata de estar dispuestos
a servir a Dios y a los demás, aun si no somos vistos por nadie.
Quien
se afana por conseguir los primeros lugares no ha entendido cómo funciona la
gracia de Dios. Él sabe recompensar a quien sirve de corazón. Si buscamos reconocimiento humano hay otras actividades para ello,
como el arte y el deporte, más en el ministerio no debe ser así. Somos servidores de
los demás, estamos para dar nuestra vida por otros como lo hizo Jesús y, si Dios nos coloca en un lugar visible, no es para
ensoberbecernos, sino para testificar del poder divino.
Si
haces las cosas para ser visto, no obtendrás recompensa de parte de Dios. Si te
nace dar, hazlo sin que nadie sepa y entonces el Señor se encargará de recompensarte
en lo público, sin que tú seas quien promueva los créditos (Mateo 6:1-4).
Lo mismo enseñó Dios sobre el ayuno (Mateo 6:16-18) y sobre la oración:
Y cuando ores, no seas
como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las
esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo
que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y
cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve
en lo secreto te recompensará en público.
Mateo
6:5-6
Las
recompensas de parte de Dios se obtienen en la intimidad. Porque Dios evalúa lo
que hay en nuestros corazones y nos va promoviendo conforme al tiempo que
pasemos en su presencia, lejos de las miradas externas. No busquemos lo que viene por añadidura. En la Iglesia y en el ministerio no estamos para buscar un crecimiento en
títulos o en grados como si se tratara de una carrera profesional, estamos para
servirnos unos a otros en el lugar que Dios nos ponga, ya sea a vista de todos o en absoluto secreto.
Mary Carmen Olague
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