REFLEXIONES EN TORNO A LA APARIENCIA FÍSICA

 

REFLEXIONES EN TORNO A LA APARIENCIA FÍSICA

 

 

Vía: pngtree

No es una novedad señalar que vivimos en un mundo materialista coordinado por los medios de comunicación masiva, sobre todo, de unos años para acá, por las famosas redes sociales. Es un mundo donde se impulsa un discurso en torno a la apariencia física, dirigido tanto a hombres, como mujeres —aunque de distintas formas— y que pone la mira en cuerpos trabajados bajo ciertos estándares que son difíciles de alcanzar y que promueve el consumismo como objeto de culto.

 

No es de sorprender que esta forma de pensar se haya colado a las iglesias cristianas. Al grado, que he escuchado en ocasiones que, bajo el argumento de que Dios nos hizo reyes y sacerdotes (Apocalipsis 1:6), el vestir atuendos de diseñador es una muestra de fe y prosperidad.

 

Con esto, no es mi intención decir que es incorrecto que cada persona se compre lo que mejor le apetezca y aquello para lo que el bolsillo le alcance. Porque también conozco a un Dios que sabe conceder los deseos del corazón (Salmos 37:4), aún aquellos que son banales o innecesarios. Así mismo, la Palabra de Dios nos motiva a cuidar nuestro cuerpo porque somos templo del Espíritu Santo (1 Corintios 3:16-17), donde la apariencia física es uno de esos aspectos. En efecto, cuidemos lo que Dios nos ha dado.

 

Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos de no cruzar esa línea, en donde, en el afán de cuidarnos, terminemos haciendo de nuestro cuerpo un altar al ego y de sus cuidados un culto. Se ha caído en el extremo de idolatrar el físico y como dice la Palabra de Dios, donde está nuestro tesoro, ahí está nuestro corazón (Mateo 6:21).

 

¿Cómo saber dónde está mi tesoro? Es aquello de lo que hablo y en lo que invierto la mayor parte de mi tiempo —salvo que eso sea mi trabajo, que esa es otra historia—. Me he encontrado con personas que sólo saben hablar de cómo cuidan su alimentación, que sus temas de sobre mesa versa sobre su apariencia física y la de otras personas y, aunque admiro la disciplina que eso conlleva, reconozco el peligro de esta sutil doctrina que nos puede llevar a despreciar lo que somos. Recordemos, que cuando Dios finalizó la creación dijo que le había parecido bueno lo que había hecho (Génesis 1) y eso nos incluye a ti y a mí.

 

Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. 

1 Pedro 3:3-4

 

Este pasaje en ningún momento dice que esté mal cuidar de la apariencia física, lo que nos enseña, es que la verdadera belleza se encuentra en el interior, en un corazón y un espíritu trabajado por la Palabra de Dios, porque “el corazón alegre hermosea el rostro” (Proverbios 15:13). Dios se complació al crearnos y le pareció bueno, cuidemos lo que el hizo, pero sin dejarnos envolver por una cultura que ha hecho de la apariencia física por sí misma un culto, que idolatra el consumismo y que tiene al dinero por su dios.

 

Mary Carmen Olague

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