¿NUEVAS O MEJORES PERSONAS?
¿NUEVAS O MEJORES PERSONAS?
De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17).
Ya sea que se le llame superación,
evolución o progreso, parece que muchos poseen un anhelo casi intrínseco de
querer mejorar, ya sea que lo busquen o lo sueñen, pero ahí está. En ocasiones
se manifiesta por la vía material, yendo tras mejores oportunidades de empleo, procurando
mayores sueldos, emprendiendo negocios y en otras se manifiesta por la vía
espiritual. Ahí es a donde vamos.
Esto no es exclusivo a ninguna religión. Muchas
religiones promueven el ser mejores personas, el llevarnos hacia caminos
piadosos de amor al prójimo o a la naturaleza, invitándonos a dejar los juicios
y prejuicios de lado para lograr una mejor convivencia entre todos. Todo lo
anterior es bueno y deseable. Sin embargo, es bueno preguntarse, desde la óptica
cristiana si eso es algo que enseña la Biblia.
Definitivamente, encontraremos muchos
pasajes que nos hablen de dejar atrás situaciones que pueden no hacernos mejorar
espiritualmente, invitándonos a amarnos los unos a los otros, a perdonarnos, a
dar, tanto material como emocionalmente. Pero tal vez, la clave se encuentre en
que, hacerse cristiano no significa ser una mejor persona, sino una nueva.
De acuerdo con la palabra de Dios, el
conocerle, el recibir a Cristo como nuestro Señor y Salvador, es la única vía
para mejorar, no en el sentido de una versión renovada de la persona que éramos
antes de conocerle, sino de ser personas completamente nuevas sin absoluta
relación a quiénes éramos antes.
Por eso dice que ahora en Cristo somos
nuevas criaturas, que las cosas viejas pasaron y que todo ha sido hecho nuevo.
Todo absolutamente. Hemos adquirido una nueva identidad que corresponde a un
modelo divino, por eso su palabra dice que nos ha hecho partícipes de la
naturaleza divina (2 de Pedro 1:4).
Esto no significa dejar atrás las
aspiraciones de crecer y ser mejores, sino entender que nuestro crecimiento
espiritual se fundamenta en el principio de un nuevo nacimiento (espiritual) el
cual recibimos al hacer a Cristo el Señor de nuestra vida. Nuestra nueva
naturaleza no depende de lo que hagamos, sino de lo que él hizo en la cruz por nosotros.
Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).
Por su puesto, esto no significa que
renunciemos a un comportamiento aceptable, en amor a los demás y a nuestro
entorno, lo que queremos decir es, que esa mejora en nuestro carácter será el
resultado de conocer quiénes somos en Cristo y que las buenas obras son el
efecto de su obra redentora en nosotros.
Con lo anterior en mente, tal vez lo
adecuado sea preguntarnos, si seguimos siendo los mismos que antes de
conocerle, si hemos modificado nuestras obras, carácter y comportamiento a raíz
de estar con Cristo. Si la respuesta es negativa, lo siguiente sería
preguntarnos el por qué de la ausencia de un cambio notable.
Las respuestas a lo anterior son por demás
complejas y merecen su propio estudio, pero podemos dejar algunas pistas que
sirvan para la meditación en torno al tema. La primera de ellas tiene que ver
con la forma de pensar. A pesar de que, espiritualmente recibimos una nueva
naturaleza, la mente no ha cambiado ni se ha ajustado a ella, por eso la
palabra de Dios nos invita a que no nos conformemos a los pensamientos del
mundo, sino que renovemos nuestra mente para que podamos comprobar la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12:2).
No se trata solo de conocer que somos
nuevas personas, ahora tenemos que pensar como una. Ya que nuestros
pensamientos determinan la forma en que nos comportamos, por eso el proverbio
dice, “tal es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7). La forma
de modificar todo nuestro sistema mental es pasando tiempo con Dios, para que él
se encargue de hacer el cambio.
Porque
Dios es el que produce en vosotros el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2:13).
El cambio lo producimos nosotros, solo en la
medida que disponemos de nuestra voluntad para ser guiados por Dios. Pero aquí
la segunda pista, solo podremos cambiar nuestra forma de pensar pasando tiempo
en la presencia de Dios, orando, leyendo su palabra y adorándole, solo así podremos
recibir la dirección que necesitamos para obrar piadosamente.
Entonces, la clave para ser mejores personas
no está tanto en nuestras fuerzas, sí en la medida que decidimos seguir a
Cristo, y dejarnos guiar por él, pero el verdadero cambio proviene de su gracia
redentora, de la obra que él hizo en la cruz para que pudiéramos recibir, no
una naturaleza mejorada, sino una completamente nueva apegada al diseño divino.
Estar en Cristo, no significa ser mejores personas, sino unas completamente nuevas.
Mary Carmen Olague
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