EMOCIONES ¿Reprimidas o sujetadas?
EMOCIONES
¿Reprimidas o sujetadas?
“Me
mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a
tu diestra para siempre.”
(Salmo 16:11)
Si no se tiene la madurez suficiente, podría
parecer que al hablar del gozo del Señor estamos negando que exista otro estado
emocional para el cristiano, parecería que en el imaginario cristiano se ha
pasado a negar las emociones, sobre todo aquellas que se consideran negativas
como la tristeza, el enojo o la ansiedad. Así que, si no se logra entender bien
lo que Dios dice al respecto de ellas se puede caer en el error de reprimir
emociones que necesitan salir y ser transformadas.
En primer lugar, Dios también las
experimenta, si leemos con atención, sobre todo el antiguo testamento, nos
podremos dar cuenta que hay momentos en que Dios se encontraba molesto, como
todas las ocasiones en que el pueblo de Israel, recién salido de Egipto puso en
duda el poder de Dios después de haber visto grandiosos milagros y prodigios.
Nosotros, como seres hechos a imagen y
semejanza de Dios[1]
también las experimentamos porque son parte de nuestro diseño. El mismo Jesús,
cuando vino a esta tierra, en su fase humana las vivió, por ejemplo, cuando se
entristeció ante la muerte de Lázaro al grado que lloró[2] —probablemente por
la incredulidad de María,[3]
que dudó del poder que había en él—. O cuando leemos a un Jesús molesto porque
encontró a los mercaderes en el templo[4]
—por algo volteó sus mesas—. Y tal vez el mejor ejemplo: la angustia que sintió
cuando estuvo a punto de morir por nosotros.[5]
Sin embargo, Jesús nunca permitió que las
emociones le estorbaran para cumplir con su propósito porque sabía cómo
expresarlas y cómo controlarlas porque él era regido por los la voluntad del
Padre[6]
y no por ellas. Entonces, el problema como tal no son nuestras emociones y
sentimientos —pues estos ayudan a que podamos crear vínculos con otras personas—,
el detalle está, en qué hacemos cuando las experimentamos, en cómo reaccionamos,
en si las empleamos para tomar decisiones o si las sujetamos a la voluntad de Dios.
Su Palabra nos enseña que nos ha sido dado un espíritu de poder, de amor y de
dominio propio,[7]
así que tenemos la capacidad —el poder— para controlarlas y expresarlas de la
forma correcta.
A través de la Palabra de Dios podemos
encontrar muchos consejos que nos llevan a un manejo sano de las emociones, en
que estas no son reprimidas ni manifestadas de forma que nos afecten a nosotros
o a terceros, aquí solo mencionaremos unos cuantos para dejar sembrada una
semillita que pueda germinar en el futuro. Empecemos con los tiempos, la Biblia
nos enseña que hay tiempo para todo:
“tiempo
de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; […] tiempo
de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de
perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de
coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de
aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.”
(Eclesiastés 3:4-8)
Hay que aprender a distinguir los tiempos.
Muchas veces, con el pretexto de la honestidad, hay quienes manifiestan su
enojo o tristeza en lugares o situaciones que no son las apropiadas, por
ejemplo, en un ambiente laboral o en la calle. No se trata de ser hipócritas ocultando
lo que sentimos, sino de manifestar dominio propio y expresarlas en el tiempo o
momentos adecuados.
“Airaos,
pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo”
(Efesios 4:26)
Este pasaje de nuevo tiene el dominio
propio como fondo, nos podemos enojar, sí, pero eso no puede ser motivo para pecar,
aquí cabrían los ejemplos más dramáticos como el asesinato o los llamados crímenes
pasionales. Sin embargo, también la Biblia nos enseña que el quien aborrece a
su hermano es homicida,[8]
¿acaso no podemos matar con las palabras? Hay frases tan hirientes que son
capaces de matar relaciones, sueños y vidas, así que no se trata de negar que
estamos enojados, sino de ser sabios empleando el dominio propio para no hacer
algo de lo que nos podamos arrepentir después.
“Porque
la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación,
de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce
muerte.”
(2 Corintios 7:10)
Esto significa que existen dos tipos de tristeza,
la primera, que proviene de Dios que nos
lleva al arrepentimiento. Es la que experimentamos después que el Espíritu
Santo nos reveló que debemos corregir el rumbo en algún área de nuestra vida. La
segunda, que proviene del mundo, es la más peligrosa porque produce muerte, es
la que se relaciona con la depresión y que puede terminar en suicidio. La buena
noticia, es que en ninguno de los dos casos Dios quiere que permanezcamos así, como
veremos a continuación.
“De
cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se
alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se
convertirá en gozo.”
(Juan 16:20)
A lo largo de la lectura de la Biblia, en
especial de los Salmos, me puedo dar cuenta que no se trata de ocultar la
existencia de la tristeza, sino de transformarla en gozo por medio de Dios; pues
en cualquier día nos puede ocurrir una situación que nos baje los ánimos, como
la pérdida de un ser querido o de un trabajo. Sin embargo, el poder, el amor y
el dominio propio que han sido puestos en nosotros en nuestra nueva naturaleza[9]
nos han dado la capacidad de llevar la tristeza delante de Dios para
transformarla en gozo y alegría.
¿Está
alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante
alabanzas.”
(Santiago 5:13)
La oración es el pase de salida de la
aflicción. Estando en la presencia de Dios es que podemos transformar la tristeza,
la depresión o la angustia en gozo y alegría, no porque neguemos aquello malo
que nos sucedió, sino porque creemos en una verdad superior capaz de
transformar lo que nos rodea. Por eso Dios quiere que echemos nuestra ansiedad
sobre él,[10]
porque él tiene tanto cuidado de nosotros que puede transformarla en alegría:
“Y
los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo
será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y
el gemido.”
(Isaías 35:10)
“Has
cambiado mi lamento en baile; Desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría.”
(Salmo
30:11)
Dios no quiere que vivamos ni reprimidos
ni en negación de nuestros problemas, el quiere que por medio de la oración en
su palabra establezcamos una verdad superior a nuestra realidad. Porque no es
lo mismo negar que estamos sintiendo, enojo, tristeza o ansiedad, que aceptar las
emociones poniéndolas en manos de Dios, en oración, para que sean transformadas
por medio de su palabra en gozo y alegría, ahí es a donde debemos llegar, a sujetarlas a su palabra.
Mary Carmen Olague
[1] Génesis 1:26
[2] Juan 11:35
[3] Juan 11:40
[4] Juan 2:13-22
[5] Mateo 26:38
[6] Juan 6:38
[7] 2 Timoteo 1:7
[8] 1 Juan 3:15
[9] 2 Corintios 5:17
[10] 1 Pedro 5:7
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