CRISTO RESUCITADO (Mensaje de fe para tiempos de crisis)
CRISTO RESUCITADO
(Mensaje de fe para tiempos de crisis)
La crisis sanitaria y económica que se
está viviendo en el mundo entero puede provocar que con facilidad perdamos el
foco de nuestra fe. Es fácil tener miedo, más cuando las malas noticias han
inundado todos los canales de comunicación que conocemos. Este tipo de
situaciones solo nos dejan dos opciones. La primera, es que dejemos tambalear nuestra
fe mientras somos llevados presas del miedo y la incertidumbre que se está
viviendo. La segunda, es retomar nuestros fundamentos como fe cristiana
poniendo la revelación de Cristo en el centro.
Que esta semana santa de encierro —en vez
de las vacaciones tradicionales— podamos estar en contacto con nuestros fundamentos.
Ahora, más que nunca, tengamos en mente
que no creemos únicamente en un Jesús que fue maestro o profeta viniendo al
mundo para dejar un puñado de enseñanzas piadosas —que bendito sea aquel que las
sigue—, sino que creemos en Cristo, el hijo del Dios viviente —como le fue
revelado a Pedro (Mateo 16:16) —, el cual vino al mundo, no para
condenarlo, sino para salvarlo:
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios
a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por
él.
(Juan 3:16-17)
La actual crisis que estamos enfrentando
nos hace voltear con más fervor a ese Cristo que vino a salvarnos, que vino al
mundo para rescatarnos de nuestra vana manera de vivir (1 Pedro 1:18),
que vino a darle vida eterna a todo aquel que decida confesarlo como Señor y
Salvador, recordando:
que
si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que
Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (Romanos 10:9)
Esta es la columna vertebral de nuestra
fe. La resurrección. Esta semana santa no conmemoramos únicamente la muerte de
Jesús, finalmente, muchos buenos profetas y maestros vinieron a este mundo y
todos murieron por igual cuando su tiempo les hubo llegado. Sin embargo, la diferencia
con Jesús, es que él venció a la muerte y resucitó. En ese principio
fundamental estamos anclados, en ese poder que sacó su cuerpo de la tumba al
tercer día, en el único poder que puede vencer a la muerte:
¿Dónde
está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Sorbida es la muerte
en Victoria. (1 Corintios 15:54-55)
La muerte y la enfermedad podrán
apoderarse del mundo pero no de nosotros si confiamos en el poder de la
resurrección de Cristo, porque el mismo poder que levantó a Jesús de la tumba
ahora nos habita para vivificarnos (Romanos 8:11). Él ya llevó todas nuestras
enfermedades y todos nuestros dolores para que por su llaga nosotros pudiéramos
ser sanados. Jesús llevó el castigo de nuestra paz sobre él (Isaías 53:4-5),
para que ahora, a pesar de esta terrible situación, podamos vivir sin ningún
temor.
Antes,
en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por
lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni
principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro.
(Romanos 8:37-39)
Él ya venció a la muerte por nosotros y
nos entregó esa victoria para que ahora seamos más que vencedores por medio de
él. Vencedores de cualquier enfermedad y amenaza de muerte. Así que ni esta
crisis, ni las que vengan, son capaces de separarnos del amor que Dios tiene
por nosotros, el cual se manifestó por medio del sacrificio de Jesús en la cruz.
Ya es decisión personal si lo tomamos o
lo dejamos.
Mary Carmen Olague
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