CUANDO ES MEJOR CALLAR
CUANDO ES MEJOR CALLAR
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Vía: kisspng |
En tiempos de internet y las redes
sociales se nos han otorgado espacios que antes eran inexistentes para difundir
cualquier tipo de pensamientos e ideas. Sin embargo, esto puede ser un arma de
doble filo si no se emplea con sabiduría. Poder opinar no siempre significa que
se deba hacer; a continuación explicaré por qué:
Desinformación.
“Mi
pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el
conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu
Dios, también yo me olvidaré de tus hijos.” (Oseas 4:6)
Es muy común que se opine si tener un
conocimiento apropiado sobre el tema. Esto no significa convertirse en experto de
cada área sobre la cual se quiere comentar, pero sí implica tomarse la molestia
de informarse lo mínimo posible para no caer en descrédito. Después vemos que
algunos cristianos son desprestigiados y burlados en la sociedad por haber
opinado desde la desinformación, por eso recordemos que la falta de
conocimiento trae destrucción (en muchos sentidos). Que el nombre de Dios no
sea vituperado por nuestra causa,[1]
porque, para bien y para mal lo representamos y la gente que no le conoce, tiende
a atribuirle a Dios nuestros errores.
“Aun
el necio, cuando calla, es contado por sabio; el que cierra sus labios es
entendido.” (Proverbios 17:28)
Si no tenemos las palabras adecuadas ni la
información suficiente entorno a cualquier tema, conviene más guardarse las
palabras. A veces se demuestra mayor prudencia guardando silencio que hablando.
En este punto sería importante repasar cuántas veces nos hemos metido en
problemas por hablar cuando no debíamos, cuántos problemas pudimos esquivar con
un poco de silencio o cuántas amistades perdimos por decir aquello que debió callarse.
El peligro de la ofensa
“Así
también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He
aquí, !!cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!” (Santiago 3:5)
No hace falta decir mucho para causar un
gran problema. Santiago 3:1-12 es un pasaje que nos exhorta a refrenar nuestra
lengua de la misma forma en que se doma a las bestias salvajes. A veces, tenemos
la razón en aquello que queremos decir, pero usamos esa razón como un
justificante para ofender a los demás y decimos cosas en el momento incorrecto
o de la forma equivocada. La ofensa no solo tiene que ver con nuestras palabras
sino con el modo en cómo se emplean y el tono en el cual se enuncian.
Nuestra lucha no es contra
carne
“Porque
no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12)
En ocasiones se puede entrar en debates innecesarios
contra personas con distintos modos de pensar cayendo en una lucha que nunca
tendrá fin, donde nadie convencerá a nadie de su punto de vista. Dios no nos
puso a contender con palabras con los demás,[2]
porque la labor de convencimiento no es nuestra sino del Espíritu Santo, que es
el encargado de convencer de pecado, juicio y justicia.[3] Así
que si nuestra lucha no es carnal, sino espiritual…
“porque
las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la
destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta
contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo,” (2 Corintios 10:4-5)
Nuestra arma en esta lucha espiritual no
son nuestras palabras, sino la palabra de Dios, la única que es viva y eficaz, más
cortante que toda espada de dos filos que penetra hasta partir el alma y el
espíritu, llegando a lo más profundo del ser para discernir los pensamientos y
las intenciones del corazón.[4]
Así que no se trata de discutir ni de argumentar en contra de quienes se oponen
a nuestras ideas, sino de orar por ellos usando la palabra de Dios, la única
poderosa para derribar cualquier argumento que se levante en contra del
conocimiento de Dios.
Con todo lo anterior no quiere decir que
esté mal opinar, es nuestro derecho y en ocasiones es todo un deleite, pero si
es importante considerar que no siempre nuestra opinión es necesaria, que en muchas
ocasiones no aporta nada e incluso puede ser motivo para ofender a otros. Opinemos,
claro, pero con sabiduría, para saber distinguir cuando es mejor callar que
hablar, para distinguir cuando es mejor orar por otros que discutir con ellos.
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